Según estudio de la universidad de Cambridge de 2014, la exposición continuada de estas imágenes afecta más a las personas más jóvenes. Es un proceso muy parecido al que se ha observado en la adicción al alcohol o las drogas. Hay estudios que han evidenciado que un sometimiento excesivo a contenidos pornográficos puede producir adición, ya que el consumo de pornografía activa la producción de dopamina, lo que, a su vez, produce una sensación de placer y envía el mensaje al cerebro de volver a repetir el proceso. Cada vez más estudios prueban empíricamente la relación entre el consumo de pornografía y fenómenos como la separación de las parejas y su consecuente impacto en la familia, la violencia sexual o la inestabilidad emocional.
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